Por Janeth Lozano
De niña la sensación de ser buena dirigía mis actos
de día alargaba una limosna al sol
invitaba de mi sandwich un bocado
después de masturbarme quería llorar de miedo y de vergüenza
tenía el tic de la señal de la cruz
las misas de difuntos eran el coro que necesitaba
la miseria de mi adolescencia
oh bondad
de ti no queda más que la veleidad
de haberte sentido.
Noches de Adrenalina, Carmén Ollè 1981.
I
En 1985 Mary Jiménez realiza Del verbo amar, un filme que más de treinta años después, me dinamita y me desarma en 77 minutos. Su naturaleza es como la de la mina que visita en la película, una mina “a tajo abierto”, una herida abierta. Que en algún momento explota.
setenta y siete minutos frente a la pantalla,
contemplo su desnudez, dolor, heridas
comparto su conmoción
mirar Del verbo amar es entregarse a un ritual
Comprendo los rituales como espacios y vehículos para armonizar la vida, para atravesar la muerte.
Para mirar y ofrendar nuestra ciclicidad.
Y los rituales albergan símbolos, portan nuestra cosmovisión, provienen de tradiciones culturales y populares; también les impregnamos nuestro ser, nuestros lenguajes.
Me conmuevo a un nivel muy íntimo cuando los rituales se realizan dentro de un espacio fílmico, porque sus lenguajes se entrelazan y me hablan. La cámara,en esos espacios, es una compañía muy particular que me hace sentir que, de algún modo, oficia los ritos.
Hay algo especial, que aún no sé decir qué es, cuando estos ritos reviven en cada visionado.
Su esencia perdura con la película.
rituales funerarios
revelar una momia, velar un cuerpo ausente
Mary transita la muerte y la ausencia de su madre. La transita con visceralidad.
Congrega a miembros de su familia, conjura con sus palabras y su voz.
Una voz que siento arrullo, melodía de dolor y ternura.
Los recuerdos y los objetos son un medio para sus movimientos, para aquello que late adentro.
Entonces, le pregunta a su tío por la relación entre lxs muertxs y sus objetos.
Él, estudia y desenvuelve momias; ella, prende velas y sahúma la ropa de su madre. Y hay unos objetos particularmente preciados para ella: los anillos de su madre. Se reúne con estos objetos por primera vez frente a la cámara, y llora.
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Llorar
Llorar frente a la cámara
Llorar frente a la cámara y ser mujer
Llorar frente a la cámara y ser mujer en los 80s
Llorar frente a la cámara y ser mujer peruana migrante en los 80s
Quiero romper con el término formal 'rostro': es la carita de Mary mirando la cámara.
Y elijo hablar de su carita porque en ese momento, es la niña que yo miro cuando a su vez, ella mira a los ojos de la cámara. Es la niña que quisiera consolar y es la niña junto a la que también derramo un par de lágrimas.
(se mueven mis aguas y emerge mi sensibilidad, pero la sinceridad que ella ofrece ante la cámara, me lleva también a ser sincera con mis propias palabras y sentires)
- vísceras tiernas, húmedas, cálidas-
No puedo alejarme de esa escena y de ser mujer. Ser mujer es atemporal, más allá de los contextos socio- políticos que atravesamos y nos atraviesan. Ser mujer es distinto antes del “permitido” sufragio (nuestros sueños no caben en sus urnas), pero a la vez, con gran tristeza y frustración, es lo mismo después.
Carmen Ollé, poeta que comparte el mismo territorio que Mary Jiménez, también habla de ser mujer. De sus sentires y órganos, de vaginas, úteros, de masturbación y orina.
Mary habla de fracturas, cadáveres, locura, electroshocks, de cortes en las venas, desgarros.
Ambas rompen hímenes imaginarios en las cabezas, poemas y cines de sus décadas.
Así son nuestros adentros, sangrantes, palpitantes, calientes
Me prometo a mi misma: así quiero escribir, así quiero grabar.
Este también es un ritual.
II
'Decido vivir para agregar amarillo'
La cámara se adentra por un pasillo, generando una sensación de túnel, recurso que ya ha estado presente durante la película.
Es el pasillo de una clínica psiquiátrica y atravesando su oscuridad, la autora se abre en un episodio muy duro y doloroso en su vida. De cuando dibujó una mano sobre la pared con el rojo de su sangre.
Sangre que emanaba de esas heridas que cada vez se han ido abriendo más con el tiempo y ante cuya frustración y confusión solo se atina a querer terminar con todo, con una vida que no se siente propia. Esta mano dibujada por su mano la reconforta. Le hace bien a los ojos y 'adentro', dimensión en la que estamos constantemente situades en la película.
Adentro surge un deseo, el dibujo le pide otro color, le pide que le añada amarillo.
Hay una declaración contundente de la autora:
'esta exigencia es mi deseo'
Y ante el reconocimiento del deseo propio, del “yo” auténtico, decide vivir.
Tras nueve meses de permanecer internada en ese espacio, es liberada.
Nueve meses.
Nacimiento, parto doloroso y sangrante, la autora parida por ella misma.
Es ese momento, rompe la amalgama de 'ser' que su madre deseaba que fuera, aquel sometido a exigencias ajenas, disociado de su esencia y que no se ha permitido desear por sí misma.
Mary decide ser un color, un color que en el imaginario popular podríamos asociar al de los rayos del sol que pintamos en la infancia. Y esta decisión de ser también alberga una motivación artística: hacer películas.
La autora declara que una película nunca es lo que una quiere hacer y que la película terminada cambia de naturaleza. Allí también incorpora una metáfora, la del hijo que se separa definitivamente de la madre. Y añade que en ese proceso, la madre se borra y muere.
Es muy íntimo y doloroso acompañarla en este proceso de nacimiento y separación, de cuestionar y aceptar la naturaleza de las cosas.
Mucha gratitud para Mary, por su sinceridad en sus intenciones, por realizar con carne y con alma.
Al finalizar el visionado de la película, inmediatamente salgo al sol del jardín inquieta, abrumada y conmovida. Pensando en algo evidente pero que en este instante resulta una revelación para mí:
la única luz con la que se puede ver una película es con la luz de la película
Termino de escribir estas líneas y añado una pregunta:
¿Puede una película parirnos?
Me tiendo hacia el sol, bañada por unos fluidos invisibles pero que laten.
Y decido que en las películas debemos dar ese primer grito/llanto.
Que a través de ellas hay una fertilidad que se ofrenda.